quinta-feira, 9 de setembro de 2010

Coliflores por encima

Mi teléfono estaba en silencio durante toda la mañana en la oficina. Cuando todos se fueron a almorzar y yo me quedé sola, él finalmente sonó. Lo contesté como de costumbre, y pronto pude oír su dura y poco musical voz.

- ¡Hola! Glaucia, buenas tardes. Has estado con Marcelo el fin de semana, ¿no?

- Sí, yo estuve, ¿por qué?

- Quiero hablar con él.

- Pero si tú estas queriendo hablar con él, llámalo. No a mí.

-  No logré hablar con él en toda la mañana. Me imaginé que él estuviera en línea en MSN contigo. Dile que quiero verlo.

- Está bien, voy a decir. ¿Y qué más quieres que le diga?

- Dile que quiero almorzar con él. Ahora. Estoy cerca de su casa. Restaurante Santuario.

- Nombre sugestivo, ajajajaja!
 
Realmente ella era muy extraña. Aburrida, diría yo. No sé cómo ella gustaba a Marcelo, porque era muy celosa. Para él, ella tenía una voz dulce y un aroma agradable, usaba panty de color púrpura, tenía una sonrisa encantadora. Yo la veía como una anciana curva, con un aliento horrible y sin dientes. No, no soy celosa, ella, sí, lo era. Sólo soy amiga de él y ella me persiguía, a veces me rechazaba porque estaba cerca y no podía hacer sus coqueterías, a veces pedíame ayuda para seducirlo de nuevo. Como una buena amiga que soy, y por lo tanto, también de ella, hice todo lo posible para complacerlos.
 
Entonces, una vez más para complacerla, lo llamé en MSN.

- Marcelo, es que ella te quiere ver. Dijo que está en el Santuario.

- ¿Ahora?

- Sí, ahora. Quiere almorzar contigo.

- Eeehhh!

Y yo con mi forma de pensar: ¡oh, Marcelo, ahí estas otra vez detrás de esta molesta celosa! Yo voy allí. No voy a dejar que pelee con él otra vez. Siempre lo hace. Ella lo llama, dice palabras cariñosas, le seduce, y luego muestra un falso encanto, pelea con él y se va. ¿Por qué no lo lleva a la vez, maldita? Al final, él se queda deprimido, entonces me llama y me dice que una vez más ella lo hizo sentirse un tonto. Esta vez no voy a dejar. Voy a interrumpirles su reunión y ponerla a correr.

Al llegar al restaurante, allí estaba ella, en la mesa, esperando a Marcelo con los ojos de carnívoro voraz. Ah, mi amigo, yo no voy a permitir a ella jugar de nuevo contigo.

- Buenas tardes, señorita! - Le dije, suave e irónica. - ¿Quieres que te sirva?

- No se preci...

- ¡Ah, sí, se precisa! - La interrumpí, tomando un plato y llenándolo con cebollinos.

- No como las cebollas, Glaucia.

- ¡Cebollinos son super! Mira qué hermosas olivas.

- Maldita sea, Glaucia, ¡no como las aceitunas! ¡No tengo dientes y además ellas tienen un bulto que me molesta!

- Ajap. Mira, coliflor. Voy a poner aquí, tú comerás coliflores por encima.

- No me sirvas, Glaucia. Tú eres quien va a comerselo. ¿Dónde está Marcelo?

- ¿Cómo voy a saber? Vamos a disfrutar de la nuestra mutua compañía mientras él llegue. Siéntase libre...

Y he seguido poniendo más cosas absurdas en su porción. Puro chile, pescado frito, que sé que ella detesta. Mientras tanto, Marcelo llegó y se detuvo en la puerta del Santuario: ella con el rostro que decía "¿Qué  piensa Glaucia que esta haciendo?" y mi rostro desafiaba al suyo. Él nos miró por un largo tiempo y aún sorpreso se sentó con nosotras. Se quedó en silencio, escuchando asombrado mis provocaciones.

- ¿Te pasaste perfume de tumba hoy, mi vida?

Guau, yo estaba terriblemente irónica. Le pregunté si no tenía nada que hacer, si no fuera mejor ir seducir a Hugo Chávez. Quién sabe, si ella lo llevaba, el mundo sería un poco más feliz. Pero no, ella quería Marcelo. Mi amigo. Muchas personas que son menos útiles en el mundo y ella quería llevarlo. Y yo no iba a dejarlo.

Por último, la provoqué aún más y me he ofrecido a pagar la cuenta. Mientras iba a la caja, vi que ella no  movió el tenedor. Ella realmente no come, por eso que es caquéctica de esa manera.

Salimos del restaurante y caminamos por la avenida, los tres juntos, charlando, y yo más aburrida cada minuto con ella, tratando de disuadirla de la idea de llevar lejos a Marcelo. Incluso traté de arreglar una broma, pero no dio tiempo. Sus ojos se convirtieron en dos bolas de fuego, que me miraban con odio y dolor.

- Celosa hijueputa, Glaucia!

Realmente doña Muerte no estaba a jugar. Diciendo esto, me empujó con su guadaña en frente de un autobús.

* Gracias a Pablo Javier por la revisión.

Um comentário:

  1. Espera... QUE?!? xD.

    Esta increible, no se si realmente lo entiendo, pero de todas formas, esta increible xD

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