Por erizarle los pelos y estremecerle el alma y el corazón, le pasó la mano por la cintura, la puso en la cadera, le dijo bromas y le pidió un beso. Se le negó al principio, pero el frío que le recorrió el cuerpo dijo que era el momento de la renuncia total del pasado y ya estaba permitida la libertad.
Ella sabía que realmente amaba a ese hombre que, mismo después de todos estos años, no le dejaba entender las reacciones que tenía cuando estaba cerca de él, todavía quedabase excitada y no se dejaba llevar. Tal vez por inseguridad, pensando que él podría rechazarla, o por su corta edad, pero ahora, que era mujer, sabía que podía. Tenía la lujuria de Rania, el poder de los treinta años de Julia, la coquetería de Violetta, pero el frágil corazón de Cio-Cio-San.
Tenía que ser ahora, una vez más no iba a perder la oportunidad de robarle un beso. No fue necesario. Las bocas se quedaron en silencio y el beso que otra vez le pidió se cumplió. En ese rato, la magia de digresión de quince segundos antes del beso hizo que el hechizo se rompiera y la comunicación, la habilidad principal de los dos, si convertió de verbal a la realización de la sensibilidad.
Las palabras ya no hacían diferencia, porque finalmente sus bocas y sus cuerpos se encontraron, y la emoción del corazón levantó sus espíritus en oración y acción de gracias. Trece años de espera, amor de lejos, en silencio. Trece años en amantes amargados sin amor, vidas mal resueltas. Ella apenas vivió.
En una noche, los trece años de espera se convirtieron en el más puro, sincero y verdadero amor, donde ambos se quedaron en silencio con la libertad, el respeto, el amor y las lágrimas de alegría por finalmente ahora quedarse cerca.
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