Me puse a llorar a penas he visto las montañas blancas que contrastaban con el cielo azul brillante de aquella tarde de febrero. Bajábamos suavemente, podía ver todos los detalles, y a penas el avión hizo el giro para alinearse con la pista y pude ver el mar azul al lejos.
Aterrizamos. Para mi deleite, todos los fingers estaban ocupados. Me encanta el aterrizaje en el mando a distancia, ya que todavía puedo sentir el viento en la pista que me mueve el alma. Un autobús vino a recogernos y, mientras tanto, fotografiaba las aletas azules de la aeronave. Me eché hacia atrás, buscando el mejor ángulo del sol, para tener la imagen perfecta del pájaro azul tan Cézanne y al mismo tiempo tan Santos Dumont. Mi corazón latía más y más fuerte, dejando el viento agradable tan pronto he subido al autobus de la empresa, hasta llegar al vestíbulo del aeropuerto.
Me iba tranquila y encantada, viendo las caras de las personas que hubieron completado ese paso. Algunos en la conexión, otros en su destino, como yo. Era interesante observar cada línea, cada expresión de alegría en la espera de la llegada. Altos, bajos, gordos, delgados, ojos redondos, ojos rasgados, verdes, negros, azules. Las voces, más agudas por la emoción, mezcladas con las listas de otros vuelos procedentes de muchas partes. Manos gesticulando sin cesar, contando los segundos para atravesar la puerta y un abrazo que las espera en el otro lado.
Me he erizado deliciosamente cuando encontré el signo escrito "Sao Paulo" en la cinta. Equipaje de todos los colores y todos los tamaños me pasaron y yo me sonreí un poco tonta. Incluso ahora, tan acostumbrada a la rutina en el aire, nunca dejé de sentirme encantada con todo el proceso de volar, me hace feliz hasta que vea las bolsas en la banda. Como había sido la última en salón, mi bolsa azul estaba entre las primeras. La tomé y la puse en el carro.
Crucé el vestíbulo y allí estaba él, con la camisa muy azul que le había dado en su cumpleaños, su corazón latiendo tan fuerte como el mío. Sonreía y estaba agitado sólo por lo que vio de mí a través de las vidrieras de la sala. Gesticulaba, casi saltando, con una rosa en las manos. Yo no podía muy bien definir sus ojos, pero de lo que estaba viendo, seguro que estaban llenos de lágrimas por tanta felicidad.
Esa camisa azul hizo que divagara pensamientos en el cielo que acababa de cruzar para quedarme con él, tan presente en las postales que cambiamos todos estos meses en que no estuvimos abrazados. Ese azul que nos acompañó todo el tiempo estuvo presente en cada detalle, cada verso, cada línea que se escribió. El azul estaba en su voz que me llamaba a las dos de la mañana, no importa la zona horaria, para que me dijera que quería a mí.
Azul que estaba en cada punto, cada párrafo, cada papel. Azul que estaba en el avión a que nosotros amábamos, en los caminos que nos condujeron, el mar que admirábamos, la música que escuchábamos. Azul que estaba en la tinta de la pluma con que escribió pequeñas notas que él me dejó de la última vez que nos abrazamos, azul que estaba en el color del vestido que usaba la primera vez que lo he visto.
Azul que estaba en cada paso que dábamos, en cada rostro que veíamos, en cada calle que caminábamos. Azul que estuvo en cada foto, cada sonrisa inmortalizada, cada lágrima echada, cada sollozo contenido. Ese azul tan intenso en aquella camisa de polo, vistiéndole el pecho y a los brazos que, dándome la bienvenida justo en el vidrio de color, se me estaban abiertos.
Me salí empujando al carro como loca y luego pasé la puerta de vidrio. Todo era un sueño que se volvió azul de nuevo en la realidad. Nos abrazamos con ternura y nos regalamos un beso azul.
* gracias a Omar Caselin por la revisión =)
Gachas de avena, papilla, mingao, huañaca... cuando uno no tiene dientes y necesita comer.
domingo, 10 de outubro de 2010
sexta-feira, 17 de setembro de 2010
Hojas sueltas
Amaneció en Bogotá. Un cielo muy azul, sin nubes, un típico miércoles de julio. Son las seis de la mañana. En la plaza de Bolívar, pocas personas, algunos que se ejercitan en la ciclovía. Los vendedores que llegan con sus frutas, y ahora llega el hombre de los globos. Un viento delicioso y gélido se hace presente, formando pequeños remolinos con trozitos de hojas de los pocos árboles cerca de la plaza. Palomas vuelan de un lado a otro, buscando cositas para comer.
Todos los días Carla iba sola a su trabajo. Empezaba su día así: salía de su casa, un apartamiento sencillo en el centro de la ciudad, seguía la Carrera 9 y cruzaba la plaza hacia la Calle 10. Pasaba por la Capilla del Sagrario, rogaba a Dios su protección diaria y iba hacia el Museo Militar, donde en frente se ubicaba su oficina. Era uma mujer hermosa, todos le fijaban mirada por donde pasaba, pues era nítido que no era colombiana, por su manera y caminar diferentes. Era arquitecta, tenía un talento increible, sabía crear y hacer de las dificuldades las mejores oportunidades para ascensión. Trabajaba muchisimo, no salía de la oficina antes de la puesta del sol.
Ella estaba dentro de sus pensamientos, haciendo el planeamiento de un día más de trabajo, portando en los brazos miles de hojas con sus proyectos. Se distraió un rato y un viento fuerte le lamió las hojas sueltas y las hizo volar en medio a la plaza. Las palomas que allí estaban se asustaron con las que todavía bailaban en el aire, volando para lejos, y despues volviendo, sin vergüenza que son. Carla se rió y se puso a recoger las hojas, cada una más lejos que la otra, haciendo un ejercicio mañanero que no costumbraba hacer. Mientras se reía, fue ayudada por un hombre sin que lo percebera.
Cuando terminó, bajandose al suelo para recoger la ultima hoja, la mano del hombre tocó a su brazo. Su risa se cerró como sus ojos. Lo reconoció. La sangre se huyó de su faz, que de rosada se volvió blanca; empezó a temblar y acordar de cosas que ya estaban sepultadas.
Gustavo. Qué diablos este hombre estaba haciendo en Bogotá? No, hagamos la pregunta de nuevo: ¿Qué diablos él estaba haciendo en Colombia, Dios? El temblor de Carla no cesaba. Vinieron a su memoria los mejores y peores recuerdos de su vida al lado de él, en aquellos microsegundos en que miraba la faz ahora sufrida de él.
Él la conoció em Lisboa, ciudad donde ella nació y siempre había vivido. Él era ingeniero civil, argentino, hablaba portugués con dificuldad. Como los dos iban a trabajar en el mismo proyecto, Carla lo ayudó con la lengua, y ya sabemos que el lenguaje del amor es universal. Lo fue a primera vista.
Gustavo sabía que solo iba a quedarse em Lisboa por dos años en aquel proyecto, por eso no empezaron una pareja de inmediato sino al cabo de seis meses. La pasión fue más fuerte que todo, hasta que la compañía porteña lo llamó de vuelta. Él quería quedarse con Carla, y la pidió em matrimonio. Ella no hablaba bien el español, pero cuando su suegra les llamaba al teléfono, ella no la comprendía, y de lejos la madre de Gustavo la ayudaba. Y se fueron así a Buenos Aires.
Tuvieron un hijito, Guillermo, que se murió de leucemia a los dos años de edad. No que hubieran sido malos padres, pero la enfermedad fue tan fulminante que no los dió tiempo de reaccionar, solo pudieron dar al hijo un ratito de vida digno y una muerte serena.
Ah, el dolor de una madre! El peor dolor para un ser humano, la “orfanidad” de un hijo. Carla no fue más la misma. No logró más trabajar, tenía depresión, palpitaciones, trastorno de pánico, fiebre sicológica. Todos los días soñaba con él, a veces él le aparecía llorando, sentiendo el dolor del tratamiento de la leucemia; de otras veces lo veía en el cielo, cándido, como un angelito, diciendo que estaba bien, que Dios le cuidaba y que igual iba a cuidar de su papá y su mamacita amada.
Aún muchos meses despues todos los días Carla visitaba la habitación de Guillermo, lo veía a dormir, acercabase de la camita, pasaba las manos por las sábanas, sentíales el olor, abrazaba las almohadas. Lloraba y volvía a su habitación, donde la esperaba un Gustavo cada vez más seco y sin ganas para nada. Ella no sabía si él estaba así aún por la pérdida del hijo o si ya no la amaba más.
Así lo fue por dos años tras la muerte del niño. A veces Carla estaba tranquilla, calma, a veces se desesperaba, pero luego todo se volvía al normal. Perturbada y cansada, solo tenía en Gustavo y su madre el apoyo que necesitaba para mantenerse viva, pues a veces no tenía ni hambre ni sed.
Carla lo fue superando de poco en poco. Casi tres años despues, cuando pensaba ya estar lista para retomar la vida y trabajar, pila que era, un nuevo golpe se hizo en su vida. Gustavo no suportaba más toda aquella situación. Pidió a Carla que volviera a Portugal, que no podría más quedarse con ella, que ya amaba a otra mujer, que ya se había acostado con la otra. Decía que Carla ahora era una mujer sin vida y sin fuerzas, y que debería irse porque ya no podría más mirarle en sus ojos, porque no aprendió a amarla verdaderamente como lo creía en el comienzo, que todo fue solo pasión, pero ahora ya no más existía.
Ella se quedó en choque. No creía que aquel mismo hombre que le sacó de Portugal, tan cariñoso, inteligente, guapo y gentil la estaba haciendo de idiota. Llegó a pensar que era una broma, solo un juguete de él para intentar salvarles la pareja. Pero no. No podía creer que él la estaba abandonando despues de años juntos enfrentando las dificuldades. Cierto, tras la tragedia los dos no fueron más los mismos. Y eso ya no lo era así. Empezó a pensar en sus valores, había cambiado de país, de cultura, de idioma por este hombre. No creía que hubiera salido de Portugal en vano y dejado a sus padres, amigos, su gente por algo que no valera la pena. No logró hacer nada sino decir a Gustavo que todo bien, que se iba, pero él nunca más volvería a verla. Preparó las maletas y se fue, sin decir a nadie su destino tampoco cuando iría. No lloró en aquel rato, pero en el avión, sí, lloró como un niño. Todo estaba acabado.
Cumplió su promesa no volviendo a Portugal, porque sabía que era seguro si Gustavo se arrepentiera, allí sería el primero lugar en que la buscaría. Fue, entonces, para Sao Paulo, Brasil, donde creía que no tería dificuldades de integración, ya que podería obtener trabajo sin la barrera del idioma. Como era una gran y talentosa profesional y muy pila, luego conoció a dos arquitectas cheveres, que le ayudaron de pronto. Alquilaron un apartamiento pequeño y dividían las cuentas. En un rato las tres ya tenían una oficina propia, y así Carla pudo salir de esse apartamiento para otro mayor y más confortable.
Pero algo decía a Carla que su corazón no estaba en Argentina, Brasil o Portugal. Sabía que no debería volver allá. Rogaba a Dios que le diera una luz, un nuevo trabajo, un nuevo proyecto. Y sabía esperar, sabía que su hora iba a llegar.
Cuando menos lo esperaba, conoció a una ingeniera que le hizo una propuesta irrecusable. Era un proyecto de dos años en Bogotá, con buenas posibilidades de remuneración. Carla no pensó dos veces. Agradeció a las amigas por todo y se fue para Colombia dentro en quince días.
Su corazón se calmó solo al pisar el suelo de El Dorado, en la salida del aeropuerto. Sentió el aire de la montaña, lo respiró profundamente, un sentimiento de paz le invadió el alma. Estaba en el lugar cierto.
Realmente la propuesta de la ingeniera era todo y hasta más de lo que pensaba. La compañía le ofreció buenas condiciones, fue bien recibida por los compañeros de trabajo. Tras un año logró comprar su apartamiento, se enamoró de la ciudad y ahora no la dejaría más. Hubiera encontrado su corazón en aquella gente sencilla y trabajadora de Colombia. Superó a la muerte de Guillermo, la salida de Argentina, la separación de Gustavo. Fue feliz en Brasil, pero ahora lo era aún más en Bogotá. Trabajaba con dedicación y no pensó más en volver a Portugal.
Mientras tanto, la compañía porteña envió a Gustavo para otro trabajo en el extranjero. Desta vez en Colombia. Estaba en Barranquilla y, tras el fin de la obra, ahora estaba en paseo por la capital colombiana.
Cuando Carla se bajó para recoger la ultima hoja, su rostro se elevó en el mismo nivel de lo de Gustavo, que también la recogía. Los ojos de él se llenaron de lagrimas. Ella añadió esta a las otras hojas que ya portaba en el brazo. Él la miró con ternura, le tocaba el brazo, hablaba un portugués nitidamente ya olvidado, con acento porteño, intentando hacerse comprender. Carla solo lo miraba, seria, mientras él hablaba de su amor. Le pidió perdón, quería volver a vivir con ella, sabía que ella era la única mujer a quién verdaderamente hubiera amado. Ella no le dijo nada, no contestó, no lloró. Una mezcla de odio y desprecio le tomó el corazón.
Simón Bolívar les fue testigo. En el corazón de Carla el desprecio crecía aún más. Miró de nuevo a la faz sufrida de Gustavo. Hizo un gesto para que él no la tocara. Salió de su presencia, en disparada por la Carrera 7, dejando que las hojas sueltas volaran por toda la plaza de Bolívar con el gélido viento bogotano de las montañas.
Todos los días Carla iba sola a su trabajo. Empezaba su día así: salía de su casa, un apartamiento sencillo en el centro de la ciudad, seguía la Carrera 9 y cruzaba la plaza hacia la Calle 10. Pasaba por la Capilla del Sagrario, rogaba a Dios su protección diaria y iba hacia el Museo Militar, donde en frente se ubicaba su oficina. Era uma mujer hermosa, todos le fijaban mirada por donde pasaba, pues era nítido que no era colombiana, por su manera y caminar diferentes. Era arquitecta, tenía un talento increible, sabía crear y hacer de las dificuldades las mejores oportunidades para ascensión. Trabajaba muchisimo, no salía de la oficina antes de la puesta del sol.
Ella estaba dentro de sus pensamientos, haciendo el planeamiento de un día más de trabajo, portando en los brazos miles de hojas con sus proyectos. Se distraió un rato y un viento fuerte le lamió las hojas sueltas y las hizo volar en medio a la plaza. Las palomas que allí estaban se asustaron con las que todavía bailaban en el aire, volando para lejos, y despues volviendo, sin vergüenza que son. Carla se rió y se puso a recoger las hojas, cada una más lejos que la otra, haciendo un ejercicio mañanero que no costumbraba hacer. Mientras se reía, fue ayudada por un hombre sin que lo percebera.
Cuando terminó, bajandose al suelo para recoger la ultima hoja, la mano del hombre tocó a su brazo. Su risa se cerró como sus ojos. Lo reconoció. La sangre se huyó de su faz, que de rosada se volvió blanca; empezó a temblar y acordar de cosas que ya estaban sepultadas.
Gustavo. Qué diablos este hombre estaba haciendo en Bogotá? No, hagamos la pregunta de nuevo: ¿Qué diablos él estaba haciendo en Colombia, Dios? El temblor de Carla no cesaba. Vinieron a su memoria los mejores y peores recuerdos de su vida al lado de él, en aquellos microsegundos en que miraba la faz ahora sufrida de él.
Él la conoció em Lisboa, ciudad donde ella nació y siempre había vivido. Él era ingeniero civil, argentino, hablaba portugués con dificuldad. Como los dos iban a trabajar en el mismo proyecto, Carla lo ayudó con la lengua, y ya sabemos que el lenguaje del amor es universal. Lo fue a primera vista.
Gustavo sabía que solo iba a quedarse em Lisboa por dos años en aquel proyecto, por eso no empezaron una pareja de inmediato sino al cabo de seis meses. La pasión fue más fuerte que todo, hasta que la compañía porteña lo llamó de vuelta. Él quería quedarse con Carla, y la pidió em matrimonio. Ella no hablaba bien el español, pero cuando su suegra les llamaba al teléfono, ella no la comprendía, y de lejos la madre de Gustavo la ayudaba. Y se fueron así a Buenos Aires.
Tuvieron un hijito, Guillermo, que se murió de leucemia a los dos años de edad. No que hubieran sido malos padres, pero la enfermedad fue tan fulminante que no los dió tiempo de reaccionar, solo pudieron dar al hijo un ratito de vida digno y una muerte serena.
Ah, el dolor de una madre! El peor dolor para un ser humano, la “orfanidad” de un hijo. Carla no fue más la misma. No logró más trabajar, tenía depresión, palpitaciones, trastorno de pánico, fiebre sicológica. Todos los días soñaba con él, a veces él le aparecía llorando, sentiendo el dolor del tratamiento de la leucemia; de otras veces lo veía en el cielo, cándido, como un angelito, diciendo que estaba bien, que Dios le cuidaba y que igual iba a cuidar de su papá y su mamacita amada.
Aún muchos meses despues todos los días Carla visitaba la habitación de Guillermo, lo veía a dormir, acercabase de la camita, pasaba las manos por las sábanas, sentíales el olor, abrazaba las almohadas. Lloraba y volvía a su habitación, donde la esperaba un Gustavo cada vez más seco y sin ganas para nada. Ella no sabía si él estaba así aún por la pérdida del hijo o si ya no la amaba más.
Así lo fue por dos años tras la muerte del niño. A veces Carla estaba tranquilla, calma, a veces se desesperaba, pero luego todo se volvía al normal. Perturbada y cansada, solo tenía en Gustavo y su madre el apoyo que necesitaba para mantenerse viva, pues a veces no tenía ni hambre ni sed.
Carla lo fue superando de poco en poco. Casi tres años despues, cuando pensaba ya estar lista para retomar la vida y trabajar, pila que era, un nuevo golpe se hizo en su vida. Gustavo no suportaba más toda aquella situación. Pidió a Carla que volviera a Portugal, que no podría más quedarse con ella, que ya amaba a otra mujer, que ya se había acostado con la otra. Decía que Carla ahora era una mujer sin vida y sin fuerzas, y que debería irse porque ya no podría más mirarle en sus ojos, porque no aprendió a amarla verdaderamente como lo creía en el comienzo, que todo fue solo pasión, pero ahora ya no más existía.
Ella se quedó en choque. No creía que aquel mismo hombre que le sacó de Portugal, tan cariñoso, inteligente, guapo y gentil la estaba haciendo de idiota. Llegó a pensar que era una broma, solo un juguete de él para intentar salvarles la pareja. Pero no. No podía creer que él la estaba abandonando despues de años juntos enfrentando las dificuldades. Cierto, tras la tragedia los dos no fueron más los mismos. Y eso ya no lo era así. Empezó a pensar en sus valores, había cambiado de país, de cultura, de idioma por este hombre. No creía que hubiera salido de Portugal en vano y dejado a sus padres, amigos, su gente por algo que no valera la pena. No logró hacer nada sino decir a Gustavo que todo bien, que se iba, pero él nunca más volvería a verla. Preparó las maletas y se fue, sin decir a nadie su destino tampoco cuando iría. No lloró en aquel rato, pero en el avión, sí, lloró como un niño. Todo estaba acabado.
Cumplió su promesa no volviendo a Portugal, porque sabía que era seguro si Gustavo se arrepentiera, allí sería el primero lugar en que la buscaría. Fue, entonces, para Sao Paulo, Brasil, donde creía que no tería dificuldades de integración, ya que podería obtener trabajo sin la barrera del idioma. Como era una gran y talentosa profesional y muy pila, luego conoció a dos arquitectas cheveres, que le ayudaron de pronto. Alquilaron un apartamiento pequeño y dividían las cuentas. En un rato las tres ya tenían una oficina propia, y así Carla pudo salir de esse apartamiento para otro mayor y más confortable.
Pero algo decía a Carla que su corazón no estaba en Argentina, Brasil o Portugal. Sabía que no debería volver allá. Rogaba a Dios que le diera una luz, un nuevo trabajo, un nuevo proyecto. Y sabía esperar, sabía que su hora iba a llegar.
Cuando menos lo esperaba, conoció a una ingeniera que le hizo una propuesta irrecusable. Era un proyecto de dos años en Bogotá, con buenas posibilidades de remuneración. Carla no pensó dos veces. Agradeció a las amigas por todo y se fue para Colombia dentro en quince días.
Su corazón se calmó solo al pisar el suelo de El Dorado, en la salida del aeropuerto. Sentió el aire de la montaña, lo respiró profundamente, un sentimiento de paz le invadió el alma. Estaba en el lugar cierto.
Realmente la propuesta de la ingeniera era todo y hasta más de lo que pensaba. La compañía le ofreció buenas condiciones, fue bien recibida por los compañeros de trabajo. Tras un año logró comprar su apartamiento, se enamoró de la ciudad y ahora no la dejaría más. Hubiera encontrado su corazón en aquella gente sencilla y trabajadora de Colombia. Superó a la muerte de Guillermo, la salida de Argentina, la separación de Gustavo. Fue feliz en Brasil, pero ahora lo era aún más en Bogotá. Trabajaba con dedicación y no pensó más en volver a Portugal.
Mientras tanto, la compañía porteña envió a Gustavo para otro trabajo en el extranjero. Desta vez en Colombia. Estaba en Barranquilla y, tras el fin de la obra, ahora estaba en paseo por la capital colombiana.
Cuando Carla se bajó para recoger la ultima hoja, su rostro se elevó en el mismo nivel de lo de Gustavo, que también la recogía. Los ojos de él se llenaron de lagrimas. Ella añadió esta a las otras hojas que ya portaba en el brazo. Él la miró con ternura, le tocaba el brazo, hablaba un portugués nitidamente ya olvidado, con acento porteño, intentando hacerse comprender. Carla solo lo miraba, seria, mientras él hablaba de su amor. Le pidió perdón, quería volver a vivir con ella, sabía que ella era la única mujer a quién verdaderamente hubiera amado. Ella no le dijo nada, no contestó, no lloró. Una mezcla de odio y desprecio le tomó el corazón.
Simón Bolívar les fue testigo. En el corazón de Carla el desprecio crecía aún más. Miró de nuevo a la faz sufrida de Gustavo. Hizo un gesto para que él no la tocara. Salió de su presencia, en disparada por la Carrera 7, dejando que las hojas sueltas volaran por toda la plaza de Bolívar con el gélido viento bogotano de las montañas.
domingo, 12 de setembro de 2010
César
Eres organizado y yo desorganizada
Eres medico y yo ingeniera siempre aplazada
Eres tranquilo y yo habladora
Eres timido y yo siempre animadora
Eres colombiano y yo en Brasil ahora
Eres cordura y yo la locura
Eres alto y yo no tengo altura
Eres la fuerza y yo la dulzura
Eres preciso y yo soy ternura
Eres del Verde, yo hincha del Conejito
Si te duele la garganta, a mí la manito
Mi barniz incolor lo quieres rojito
Me gusta el jugo, a tí coca cola
Soy torpe y ya sabes como soy
Si rompo todo, la pega te doy
Si no me molesto, me zambulles en una ola
Amo a tu manera, que completa a la mía
Me haces bien, me fascinas, ya eres mío
Mi corazón solo pide un cariño tuyo
Y es así que somos tú y yo
Eres medico y yo ingeniera siempre aplazada
Eres tranquilo y yo habladora
Eres timido y yo siempre animadora
Eres colombiano y yo en Brasil ahora
Eres cordura y yo la locura
Eres alto y yo no tengo altura
Eres la fuerza y yo la dulzura
Eres preciso y yo soy ternura
Eres del Verde, yo hincha del Conejito
Si te duele la garganta, a mí la manito
Mi barniz incolor lo quieres rojito
Me gusta el jugo, a tí coca cola
Soy torpe y ya sabes como soy
Si rompo todo, la pega te doy
Si no me molesto, me zambulles en una ola
Amo a tu manera, que completa a la mía
Me haces bien, me fascinas, ya eres mío
Mi corazón solo pide un cariño tuyo
Y es así que somos tú y yo
sábado, 11 de setembro de 2010
Olvidar o esperar?
Dijieron que entre olvidar y esperar lo que duele es tomar la decisión. Para mí ya lo es cierto: olvidar se duele mientras dura el proceso. Esperar duele toda una vida.
quinta-feira, 9 de setembro de 2010
Coliflores por encima
Mi teléfono estaba en silencio durante toda la mañana en la oficina. Cuando todos se fueron a almorzar y yo me quedé sola, él finalmente sonó. Lo contesté como de costumbre, y pronto pude oír su dura y poco musical voz.
- ¡Hola! Glaucia, buenas tardes. Has estado con Marcelo el fin de semana, ¿no?
- Sí, yo estuve, ¿por qué?
- Quiero hablar con él.
- Pero si tú estas queriendo hablar con él, llámalo. No a mí.
- No logré hablar con él en toda la mañana. Me imaginé que él estuviera en línea en MSN contigo. Dile que quiero verlo.
- Está bien, voy a decir. ¿Y qué más quieres que le diga?
- Dile que quiero almorzar con él. Ahora. Estoy cerca de su casa. Restaurante Santuario.
- Nombre sugestivo, ajajajaja!
Realmente ella era muy extraña. Aburrida, diría yo. No sé cómo ella gustaba a Marcelo, porque era muy celosa. Para él, ella tenía una voz dulce y un aroma agradable, usaba panty de color púrpura, tenía una sonrisa encantadora. Yo la veía como una anciana curva, con un aliento horrible y sin dientes. No, no soy celosa, ella, sí, lo era. Sólo soy amiga de él y ella me persiguía, a veces me rechazaba porque estaba cerca y no podía hacer sus coqueterías, a veces pedíame ayuda para seducirlo de nuevo. Como una buena amiga que soy, y por lo tanto, también de ella, hice todo lo posible para complacerlos.
Entonces, una vez más para complacerla, lo llamé en MSN.
- Marcelo, es que ella te quiere ver. Dijo que está en el Santuario.
- ¿Ahora?
- Sí, ahora. Quiere almorzar contigo.
- Eeehhh!
Y yo con mi forma de pensar: ¡oh, Marcelo, ahí estas otra vez detrás de esta molesta celosa! Yo voy allí. No voy a dejar que pelee con él otra vez. Siempre lo hace. Ella lo llama, dice palabras cariñosas, le seduce, y luego muestra un falso encanto, pelea con él y se va. ¿Por qué no lo lleva a la vez, maldita? Al final, él se queda deprimido, entonces me llama y me dice que una vez más ella lo hizo sentirse un tonto. Esta vez no voy a dejar. Voy a interrumpirles su reunión y ponerla a correr.
Al llegar al restaurante, allí estaba ella, en la mesa, esperando a Marcelo con los ojos de carnívoro voraz. Ah, mi amigo, yo no voy a permitir a ella jugar de nuevo contigo.
- Buenas tardes, señorita! - Le dije, suave e irónica. - ¿Quieres que te sirva?
- No se preci...
- ¡Ah, sí, se precisa! - La interrumpí, tomando un plato y llenándolo con cebollinos.
- No como las cebollas, Glaucia.
- ¡Cebollinos son super! Mira qué hermosas olivas.
- Maldita sea, Glaucia, ¡no como las aceitunas! ¡No tengo dientes y además ellas tienen un bulto que me molesta!
- Ajap. Mira, coliflor. Voy a poner aquí, tú comerás coliflores por encima.
- No me sirvas, Glaucia. Tú eres quien va a comerselo. ¿Dónde está Marcelo?
- ¿Cómo voy a saber? Vamos a disfrutar de la nuestra mutua compañía mientras él llegue. Siéntase libre...
Y he seguido poniendo más cosas absurdas en su porción. Puro chile, pescado frito, que sé que ella detesta. Mientras tanto, Marcelo llegó y se detuvo en la puerta del Santuario: ella con el rostro que decía "¿Qué piensa Glaucia que esta haciendo?" y mi rostro desafiaba al suyo. Él nos miró por un largo tiempo y aún sorpreso se sentó con nosotras. Se quedó en silencio, escuchando asombrado mis provocaciones.
- ¿Te pasaste perfume de tumba hoy, mi vida?
Guau, yo estaba terriblemente irónica. Le pregunté si no tenía nada que hacer, si no fuera mejor ir seducir a Hugo Chávez. Quién sabe, si ella lo llevaba, el mundo sería un poco más feliz. Pero no, ella quería Marcelo. Mi amigo. Muchas personas que son menos útiles en el mundo y ella quería llevarlo. Y yo no iba a dejarlo.
Por último, la provoqué aún más y me he ofrecido a pagar la cuenta. Mientras iba a la caja, vi que ella no movió el tenedor. Ella realmente no come, por eso que es caquéctica de esa manera.
Salimos del restaurante y caminamos por la avenida, los tres juntos, charlando, y yo más aburrida cada minuto con ella, tratando de disuadirla de la idea de llevar lejos a Marcelo. Incluso traté de arreglar una broma, pero no dio tiempo. Sus ojos se convirtieron en dos bolas de fuego, que me miraban con odio y dolor.
- Celosa hijueputa, Glaucia!
Realmente doña Muerte no estaba a jugar. Diciendo esto, me empujó con su guadaña en frente de un autobús.
* Gracias a Pablo Javier por la revisión.
- ¡Hola! Glaucia, buenas tardes. Has estado con Marcelo el fin de semana, ¿no?
- Sí, yo estuve, ¿por qué?
- Quiero hablar con él.
- Pero si tú estas queriendo hablar con él, llámalo. No a mí.
- No logré hablar con él en toda la mañana. Me imaginé que él estuviera en línea en MSN contigo. Dile que quiero verlo.
- Está bien, voy a decir. ¿Y qué más quieres que le diga?
- Dile que quiero almorzar con él. Ahora. Estoy cerca de su casa. Restaurante Santuario.
- Nombre sugestivo, ajajajaja!
Realmente ella era muy extraña. Aburrida, diría yo. No sé cómo ella gustaba a Marcelo, porque era muy celosa. Para él, ella tenía una voz dulce y un aroma agradable, usaba panty de color púrpura, tenía una sonrisa encantadora. Yo la veía como una anciana curva, con un aliento horrible y sin dientes. No, no soy celosa, ella, sí, lo era. Sólo soy amiga de él y ella me persiguía, a veces me rechazaba porque estaba cerca y no podía hacer sus coqueterías, a veces pedíame ayuda para seducirlo de nuevo. Como una buena amiga que soy, y por lo tanto, también de ella, hice todo lo posible para complacerlos.
Entonces, una vez más para complacerla, lo llamé en MSN.
- Marcelo, es que ella te quiere ver. Dijo que está en el Santuario.
- ¿Ahora?
- Sí, ahora. Quiere almorzar contigo.
- Eeehhh!
Y yo con mi forma de pensar: ¡oh, Marcelo, ahí estas otra vez detrás de esta molesta celosa! Yo voy allí. No voy a dejar que pelee con él otra vez. Siempre lo hace. Ella lo llama, dice palabras cariñosas, le seduce, y luego muestra un falso encanto, pelea con él y se va. ¿Por qué no lo lleva a la vez, maldita? Al final, él se queda deprimido, entonces me llama y me dice que una vez más ella lo hizo sentirse un tonto. Esta vez no voy a dejar. Voy a interrumpirles su reunión y ponerla a correr.
Al llegar al restaurante, allí estaba ella, en la mesa, esperando a Marcelo con los ojos de carnívoro voraz. Ah, mi amigo, yo no voy a permitir a ella jugar de nuevo contigo.
- Buenas tardes, señorita! - Le dije, suave e irónica. - ¿Quieres que te sirva?
- No se preci...
- ¡Ah, sí, se precisa! - La interrumpí, tomando un plato y llenándolo con cebollinos.
- No como las cebollas, Glaucia.
- ¡Cebollinos son super! Mira qué hermosas olivas.
- Maldita sea, Glaucia, ¡no como las aceitunas! ¡No tengo dientes y además ellas tienen un bulto que me molesta!
- Ajap. Mira, coliflor. Voy a poner aquí, tú comerás coliflores por encima.
- No me sirvas, Glaucia. Tú eres quien va a comerselo. ¿Dónde está Marcelo?
- ¿Cómo voy a saber? Vamos a disfrutar de la nuestra mutua compañía mientras él llegue. Siéntase libre...
Y he seguido poniendo más cosas absurdas en su porción. Puro chile, pescado frito, que sé que ella detesta. Mientras tanto, Marcelo llegó y se detuvo en la puerta del Santuario: ella con el rostro que decía "¿Qué piensa Glaucia que esta haciendo?" y mi rostro desafiaba al suyo. Él nos miró por un largo tiempo y aún sorpreso se sentó con nosotras. Se quedó en silencio, escuchando asombrado mis provocaciones.
- ¿Te pasaste perfume de tumba hoy, mi vida?
Guau, yo estaba terriblemente irónica. Le pregunté si no tenía nada que hacer, si no fuera mejor ir seducir a Hugo Chávez. Quién sabe, si ella lo llevaba, el mundo sería un poco más feliz. Pero no, ella quería Marcelo. Mi amigo. Muchas personas que son menos útiles en el mundo y ella quería llevarlo. Y yo no iba a dejarlo.
Por último, la provoqué aún más y me he ofrecido a pagar la cuenta. Mientras iba a la caja, vi que ella no movió el tenedor. Ella realmente no come, por eso que es caquéctica de esa manera.
Salimos del restaurante y caminamos por la avenida, los tres juntos, charlando, y yo más aburrida cada minuto con ella, tratando de disuadirla de la idea de llevar lejos a Marcelo. Incluso traté de arreglar una broma, pero no dio tiempo. Sus ojos se convirtieron en dos bolas de fuego, que me miraban con odio y dolor.
- Celosa hijueputa, Glaucia!
Realmente doña Muerte no estaba a jugar. Diciendo esto, me empujó con su guadaña en frente de un autobús.
* Gracias a Pablo Javier por la revisión.
sábado, 4 de setembro de 2010
Así es como yo te recibo
La sed de mi deseo de mujer
Sacias con tu llegar sin solicitud
De llamarme a la puerta
Todo para que vengas aquí
Para darme lo que nunca tuve
Tu fuego y tu toque me fascinan
Elevan la caricia del amor
De ella se nacen el perdón y la exactitud
De la falta de decencia y moralidades
Cuando tocas mi piel con tu aire
Puedo crear todas las expectativas
Me gustan tu miel y tu leche
Quisiera llamar su atención a todo mi pecado
Que prohibido alucina mi cordura
Tócame la superficie del alma
Con la luz de un beso de tu boca
Sacias con tu llegar sin solicitud
De llamarme a la puerta
Todo para que vengas aquí
Para darme lo que nunca tuve
Tu fuego y tu toque me fascinan
Elevan la caricia del amor
De ella se nacen el perdón y la exactitud
De la falta de decencia y moralidades
Cuando tocas mi piel con tu aire
Puedo crear todas las expectativas
Me gustan tu miel y tu leche
Quisiera llamar su atención a todo mi pecado
Que prohibido alucina mi cordura
Tócame la superficie del alma
Con la luz de un beso de tu boca
quinta-feira, 12 de agosto de 2010
Pasión
Si estuvieras desnuda así conmigo
Que bien la pasariamos
Para consentirme mucho de esa forma
Y acariciarte el cuerpo con las manos todas
(Cesar Peñatez)
Cuando pienso en tí
Sueño con las más calientes noches de un amor loco
Te quiero veinte y cuatro horas bajo el mismo techo
Desayuno en la cama, vino y flores
Hacemos el amor mañanero
Y nos quedamos a mirarnos en los ojos
Se empezan los besos suaves sin tocar la piel
Sintiendote la respiración
Te extraño todo el día y sigo el sueño contigo
Si me erizan los pelos del cuerpo cuando siento tocarme
Estas lejos y es muy grande esta cama sin tí
Por eso vengas y pongale un fin a mi soledad
Quedate conmigo no solo en sueños
Pero in una dulce eternidad
Dejame besar tus labios y tu cuerpo
Así si me quedo desnuda
Y en tus brazos me muero de pasión.
quarta-feira, 4 de agosto de 2010
Empezar
tengo algo que cura el dolor
mi perfume y mis manos
un minuto lejos de tu cuerpo
todo el tiempo cerca el corazón
mis uñas rojas que deslizan el amor por tu piel
mis labios rosados que tocan tus ojos castaños
tus bellos y felices ojos
de donde brotaba una lagrima de tanto sentimiento
tengo algo en mis manos
mejor que anestesico
son mis besos y mis sonrisas
que dejo para iluminar tu día
que dejo para iluminar tu noche
que dejo para iluminar tu camino
tengo algo en mi pecho
dos cosas que laten y son tuyas
mi corazón y mi voz
el primer de sangre y palabras
y con él viene la voz para decirte que te quiero
mi perfume y mis manos
un minuto lejos de tu cuerpo
todo el tiempo cerca el corazón
mis uñas rojas que deslizan el amor por tu piel
mis labios rosados que tocan tus ojos castaños
tus bellos y felices ojos
de donde brotaba una lagrima de tanto sentimiento
tengo algo en mis manos
mejor que anestesico
son mis besos y mis sonrisas
que dejo para iluminar tu día
que dejo para iluminar tu noche
que dejo para iluminar tu camino
tengo algo en mi pecho
dos cosas que laten y son tuyas
mi corazón y mi voz
el primer de sangre y palabras
y con él viene la voz para decirte que te quiero
segunda-feira, 2 de agosto de 2010
Eché de menos tus buenas noches
Cuando me quedé dormida y cansada
He oído miles de voces
Y la tuya no estaba entre ellas
Yo estaba perdida entre las calles y avenidas
Y conversaciones y las luces y los faros
Echaba de menos tus buenas noches
Y salí a buscarlos por toda la ciudad
He escuchado música
Y sentía olores
Golpes de bolsas en los brazos
Caminé por la acera
Y por el medio de la calle
Me quité los zapatos y me apoyé en una guía
Porque eché de menos tus buenas noches
Y todavía no los he encontrado
Paseando por el parque
Salí descalza sobre la hierba
La luna me bañaba con su luz
Y caminé sin rumbo hasta llegar en nuestra habitación
Todavía buscando tus buenas noches
Hice vueltas en la cama
Aunque no me habías dado buenas noches
Y entonces vi un avión cayendo por la ventana
La caída me despertó de mi ensueño
Fue sólo un trueno en coincidencia
Me desperté en la cama vacía
Echando de menos tus buenas noches
He oído miles de voces
Y la tuya no estaba entre ellas
Yo estaba perdida entre las calles y avenidas
Y conversaciones y las luces y los faros
Echaba de menos tus buenas noches
Y salí a buscarlos por toda la ciudad
He escuchado música
Y sentía olores
Golpes de bolsas en los brazos
Caminé por la acera
Y por el medio de la calle
Me quité los zapatos y me apoyé en una guía
Porque eché de menos tus buenas noches
Y todavía no los he encontrado
Paseando por el parque
Salí descalza sobre la hierba
La luna me bañaba con su luz
Y caminé sin rumbo hasta llegar en nuestra habitación
Todavía buscando tus buenas noches
Hice vueltas en la cama
Aunque no me habías dado buenas noches
Y entonces vi un avión cayendo por la ventana
La caída me despertó de mi ensueño
Fue sólo un trueno en coincidencia
Me desperté en la cama vacía
Echando de menos tus buenas noches
domingo, 1 de agosto de 2010
Lloré pensando en tí
Puedo escribir una o docientas palabras, ninguna hablará el dolor de no oir tu voz, puesto que lloré pensando en tí.
Puedo recostar mi cabeza en las almohadas, yacer inerte en mi cama o en el suelo, nada de eso dirá como lloré pensando en tí.
Puedo caminar todas las calles y correr el país, pero ningun gesto te hará ver que lloré pensando en tí.
Puedo estar muda, el silencio hablará.
Puedo estar en una muchedumbre, la soledad es mi compañía.
Para que sepas que en el silencio calido de la noche lloré pensando en tí.
Puedo recostar mi cabeza en las almohadas, yacer inerte en mi cama o en el suelo, nada de eso dirá como lloré pensando en tí.
Puedo caminar todas las calles y correr el país, pero ningun gesto te hará ver que lloré pensando en tí.
Puedo estar muda, el silencio hablará.
Puedo estar en una muchedumbre, la soledad es mi compañía.
Para que sepas que en el silencio calido de la noche lloré pensando en tí.
sábado, 24 de julho de 2010
Los vientos de agosto
Los vientos de agosto empezan a visitar a mi balcón a finales de julio.
Llevan hojas secas, restos de cometas, papel, basura.
Impulsan los pequeños aviones en el clasico aprendizaje de los pilotos en las mañanas de sábado.
Llevan la sábana blanca secándose al sol, ahora tan vivo en el cielo azul, lleno de los parapentes que vienen de la montaña.
Llevan el ladrido de los perros, el llanto de las crías recién destetadas.
Llevan la risa de los niños, la raza de los padres de los niños, el empujar de columpio en el parque.
Llevan palabras sanas y palabras vanas, la música del violín de Florentino Ariza a los oídos de la joven Fermina Daza.
Los vientos de agosto traen abrazos de abuela y galletas hechas por ella.
Llevan besos, nostalgia, abrazos de hijo, padre, madre, marido.
Llevan la falta de humedad en el aire, la sequedad del tiempo, la maldad del reloj.
Llevan las lágrimas, el dolor, el miedo, la impureza, la ira.
Y se pasan... y traen el olor de nuevo comienzo y la serenidad de la primavera en septiembre.
Llevan hojas secas, restos de cometas, papel, basura.
Impulsan los pequeños aviones en el clasico aprendizaje de los pilotos en las mañanas de sábado.
Llevan la sábana blanca secándose al sol, ahora tan vivo en el cielo azul, lleno de los parapentes que vienen de la montaña.
Llevan el ladrido de los perros, el llanto de las crías recién destetadas.
Llevan la risa de los niños, la raza de los padres de los niños, el empujar de columpio en el parque.
Llevan palabras sanas y palabras vanas, la música del violín de Florentino Ariza a los oídos de la joven Fermina Daza.
Los vientos de agosto traen abrazos de abuela y galletas hechas por ella.
Llevan besos, nostalgia, abrazos de hijo, padre, madre, marido.
Llevan la falta de humedad en el aire, la sequedad del tiempo, la maldad del reloj.
Llevan las lágrimas, el dolor, el miedo, la impureza, la ira.
Y se pasan... y traen el olor de nuevo comienzo y la serenidad de la primavera en septiembre.
sábado, 26 de junho de 2010
Cómo echar a perder una noche en siete pasos
Definitivamente he firmado bajo una cosa que siempre ha predicado: encontrar un hombre en la noche es una mierda. Nunca me había quedado con un y, después de treinta y dos años, dos matrimonios y un período de soledad, decidí tratar de ver lo que era. Antes me hubiera quedado en casa cuidando de mi padre.
Llegué a la discoteca sola, poco después de medianoche. Estaba todavía tímida, apenas moviendo ligeramente el cuerpo, sin pretensiones. No me gusta que aparezca, aunque me encanta el baile. Con cuarenta minutos en la pista, se me acercó un joven brasileño muy apuesto, musculoso, barba de chivo. ¡Me encanta la barba!
Soy muy tímida, exactamente por eso he elegido una profesión en la que realmente no tenía necesidad de aparecer en cualquier lugar. Yo soy columnista de un periódico en Santiago, mi padre vive en Brasil y me hubiera ido a visitarlo. Para estos viajes, siempre tengo un chip de celular de Brasil en el caso de necesidad. Benditas horas sólo uso este chip allí, porque puedo colgar después y nadie hay conocido mi celular real.
Así que el muchacho me preguntó si me gusta bailar, yo acepté porque no tenía nada mejor que hacer en este momento, y luego empezamos a bailar y hablar. Era un fisioterapeuta y tenía treinta y seis años, una charla agradable, una hermosa voz, las manos suaves. Luego él me dio un beso de cerca de dos minutos.
De repente, alguien lanza cerveza en mi brazo. Tampoco me importaba, pero el muchacho se tornó loco. Hay empujado el amigo que estaba con él y empezó una búsqueda por quién puede haber sido el autor de la broma. Abrí un ojo enorme y imaginé el comienzo de un desastre. No fue así, porque yo bromeaba sobre la situación y dijo que era algo de argentinos, que no pueden veer brasileños en diversión. Característica número uno: difícil.
Una rumbera subió al escenario. Yo estaba abrazando al muchacho, y la bailarina me levantó en el escenario, al mismo tiempo sacó otro tipo que estaba con otra chica y nos hizo bailar juntos. Hasta aquí todo bien. Después de la danza me dio las gracias al chico y me salí por un lado del escenario y él por otro. El muchacho fue atrás del tipo con quien yo bailaba sólo para decir "te vas ahora" con la más precisa articulación del mundo. Característica número dos: muy celoso.
Seguimos hablando. Él me pregunta cómo es el tema de los novios, y quienes permanecen relacionados en Santiago. Le respondí que había estado casada dos veces. "Qué safada, ¿eh?" A lo que repliqué: "Safados fueron los dos que me dejaran." Se dio cuenta de mi cara de arrugas y luego me tiró cerca. Característica número tres: imbécil.
Entonces yo ya no estaba tan cómoda. Empezó una musica que me gustaba y salí como loca por la pista, bailando y saltando. Él se echó a reír porque él nunca había visto a nadie bailar tanto así de cerca, se preguntaba dónde había aprendido a bailar y como lo fue mi vida social en general. Le respondí que he aprendido en los diferentes lugares que asistí y donde yo vivía, como en la El Huevo, en Santiago, donde se toca música de todas las formas posibles. Le pregunté si había venido a Santiago, dijo que no, que sólo conocía Europa y que no estaba muy acostumbrado a América del Sur. Característica número cuatro: arrogante.
Bajo el sonido de I Will Survive salí corriendo por la pista. Tuve que parecer loca - ¡soy tímida y no había bebido! Sonriendo, él estaba apoyado en una columna del ambiente, los brazos cruzados y portando "la mirada". No sé si reía o lloraba. Me sacó cerca y preguntó: "Usted bebió todo antes de venir aquí, ¿verdad?" Le respondí que estaba conduciendo y este tipo de locura no suelo cometer. Característica número cinco: no sabe lo que hablar.
No le parecía interesante que quiero haber ido allí sólo para bailar. En cualquier momento me jaló más cerca. Le besé otra vez sólo para no tener que escuchar más tonterías. ¡Qué qué! Él me pregunta cuando vuelvo a Santiago, yo digo que dentro de veinticuatro horas, y él me dice: "Me encantaría tener sexo con usted antes de ir." Y yo pensando "¿como dice?", me hice el sordo y él lo repitió con otras palabras: "me gustaria mucho hacer amor contigo antes que partas." Listo. Hay asesinado la noche. Y añade: "¿Tengo una oportunidad?" Sonrío y cortesmente replico: "técnicamente". Característica número seis: prisa.
Ya bajo el samba, intercambiamos teléfono (el chip de Brasil, obviamente), él se pasa la mano por mi rostro, haciendo como una letra S. "Es mi marca, ningún hombre lo hará con usted." Repitió el gesto en mi boca con la punta del dedo índice. Característica número siete: idiota. ¿O era infantil?
Se fue, insistiendo en que yo fuera con él, pero me quedé a bailar un poco más. ¿Recuerdate de la característica número dos? Sí, la pregunta fatal: "No me va a quedarse con otro ahí, ¡eh!" Sí. No lo haré. Hasta ahora sólo voy a bailar sin que hacer que me hunde. ¡Qué cosa más aburrida!
"Y tú, ¿cuando vuelves a Brasil?" Yo saqué rápido: "Pensé en venir a vivir aquí, pero ahora estoy absolutamente segura de que debería volver a Santiago." Si no entendes esto, paciencia. Estaba diciendo que era mejor estar en otro pays que junto a él y él todavía no entienda! Figura característica ocho? Sí que eran siete pasos, pero esto puede ser considerado como el octavo, estúpido.
Al día siguiente, ahí está mi teléfono que suena. Era él. ¿Si me importaba? Colgué el teléfono, se le quité el chip y entré en la sala de espera cuando la brasileña y hermosa voz de Iris Lettieri anunció mi vuelo de regreso en la conexión de Sao Paulo.
Llegué a la discoteca sola, poco después de medianoche. Estaba todavía tímida, apenas moviendo ligeramente el cuerpo, sin pretensiones. No me gusta que aparezca, aunque me encanta el baile. Con cuarenta minutos en la pista, se me acercó un joven brasileño muy apuesto, musculoso, barba de chivo. ¡Me encanta la barba!
Soy muy tímida, exactamente por eso he elegido una profesión en la que realmente no tenía necesidad de aparecer en cualquier lugar. Yo soy columnista de un periódico en Santiago, mi padre vive en Brasil y me hubiera ido a visitarlo. Para estos viajes, siempre tengo un chip de celular de Brasil en el caso de necesidad. Benditas horas sólo uso este chip allí, porque puedo colgar después y nadie hay conocido mi celular real.
Así que el muchacho me preguntó si me gusta bailar, yo acepté porque no tenía nada mejor que hacer en este momento, y luego empezamos a bailar y hablar. Era un fisioterapeuta y tenía treinta y seis años, una charla agradable, una hermosa voz, las manos suaves. Luego él me dio un beso de cerca de dos minutos.
De repente, alguien lanza cerveza en mi brazo. Tampoco me importaba, pero el muchacho se tornó loco. Hay empujado el amigo que estaba con él y empezó una búsqueda por quién puede haber sido el autor de la broma. Abrí un ojo enorme y imaginé el comienzo de un desastre. No fue así, porque yo bromeaba sobre la situación y dijo que era algo de argentinos, que no pueden veer brasileños en diversión. Característica número uno: difícil.
Una rumbera subió al escenario. Yo estaba abrazando al muchacho, y la bailarina me levantó en el escenario, al mismo tiempo sacó otro tipo que estaba con otra chica y nos hizo bailar juntos. Hasta aquí todo bien. Después de la danza me dio las gracias al chico y me salí por un lado del escenario y él por otro. El muchacho fue atrás del tipo con quien yo bailaba sólo para decir "te vas ahora" con la más precisa articulación del mundo. Característica número dos: muy celoso.
Seguimos hablando. Él me pregunta cómo es el tema de los novios, y quienes permanecen relacionados en Santiago. Le respondí que había estado casada dos veces. "Qué safada, ¿eh?" A lo que repliqué: "Safados fueron los dos que me dejaran." Se dio cuenta de mi cara de arrugas y luego me tiró cerca. Característica número tres: imbécil.
Entonces yo ya no estaba tan cómoda. Empezó una musica que me gustaba y salí como loca por la pista, bailando y saltando. Él se echó a reír porque él nunca había visto a nadie bailar tanto así de cerca, se preguntaba dónde había aprendido a bailar y como lo fue mi vida social en general. Le respondí que he aprendido en los diferentes lugares que asistí y donde yo vivía, como en la El Huevo, en Santiago, donde se toca música de todas las formas posibles. Le pregunté si había venido a Santiago, dijo que no, que sólo conocía Europa y que no estaba muy acostumbrado a América del Sur. Característica número cuatro: arrogante.
Bajo el sonido de I Will Survive salí corriendo por la pista. Tuve que parecer loca - ¡soy tímida y no había bebido! Sonriendo, él estaba apoyado en una columna del ambiente, los brazos cruzados y portando "la mirada". No sé si reía o lloraba. Me sacó cerca y preguntó: "Usted bebió todo antes de venir aquí, ¿verdad?" Le respondí que estaba conduciendo y este tipo de locura no suelo cometer. Característica número cinco: no sabe lo que hablar.
No le parecía interesante que quiero haber ido allí sólo para bailar. En cualquier momento me jaló más cerca. Le besé otra vez sólo para no tener que escuchar más tonterías. ¡Qué qué! Él me pregunta cuando vuelvo a Santiago, yo digo que dentro de veinticuatro horas, y él me dice: "Me encantaría tener sexo con usted antes de ir." Y yo pensando "¿como dice?", me hice el sordo y él lo repitió con otras palabras: "me gustaria mucho hacer amor contigo antes que partas." Listo. Hay asesinado la noche. Y añade: "¿Tengo una oportunidad?" Sonrío y cortesmente replico: "técnicamente". Característica número seis: prisa.
Ya bajo el samba, intercambiamos teléfono (el chip de Brasil, obviamente), él se pasa la mano por mi rostro, haciendo como una letra S. "Es mi marca, ningún hombre lo hará con usted." Repitió el gesto en mi boca con la punta del dedo índice. Característica número siete: idiota. ¿O era infantil?
Se fue, insistiendo en que yo fuera con él, pero me quedé a bailar un poco más. ¿Recuerdate de la característica número dos? Sí, la pregunta fatal: "No me va a quedarse con otro ahí, ¡eh!" Sí. No lo haré. Hasta ahora sólo voy a bailar sin que hacer que me hunde. ¡Qué cosa más aburrida!
"Y tú, ¿cuando vuelves a Brasil?" Yo saqué rápido: "Pensé en venir a vivir aquí, pero ahora estoy absolutamente segura de que debería volver a Santiago." Si no entendes esto, paciencia. Estaba diciendo que era mejor estar en otro pays que junto a él y él todavía no entienda! Figura característica ocho? Sí que eran siete pasos, pero esto puede ser considerado como el octavo, estúpido.
Al día siguiente, ahí está mi teléfono que suena. Era él. ¿Si me importaba? Colgué el teléfono, se le quité el chip y entré en la sala de espera cuando la brasileña y hermosa voz de Iris Lettieri anunció mi vuelo de regreso en la conexión de Sao Paulo.
sexta-feira, 25 de junho de 2010
Trece años
Por erizarle los pelos y estremecerle el alma y el corazón, le pasó la mano por la cintura, la puso en la cadera, le dijo bromas y le pidió un beso. Se le negó al principio, pero el frío que le recorrió el cuerpo dijo que era el momento de la renuncia total del pasado y ya estaba permitida la libertad.
Ella sabía que realmente amaba a ese hombre que, mismo después de todos estos años, no le dejaba entender las reacciones que tenía cuando estaba cerca de él, todavía quedabase excitada y no se dejaba llevar. Tal vez por inseguridad, pensando que él podría rechazarla, o por su corta edad, pero ahora, que era mujer, sabía que podía. Tenía la lujuria de Rania, el poder de los treinta años de Julia, la coquetería de Violetta, pero el frágil corazón de Cio-Cio-San.
Tenía que ser ahora, una vez más no iba a perder la oportunidad de robarle un beso. No fue necesario. Las bocas se quedaron en silencio y el beso que otra vez le pidió se cumplió. En ese rato, la magia de digresión de quince segundos antes del beso hizo que el hechizo se rompiera y la comunicación, la habilidad principal de los dos, si convertió de verbal a la realización de la sensibilidad.
Las palabras ya no hacían diferencia, porque finalmente sus bocas y sus cuerpos se encontraron, y la emoción del corazón levantó sus espíritus en oración y acción de gracias. Trece años de espera, amor de lejos, en silencio. Trece años en amantes amargados sin amor, vidas mal resueltas. Ella apenas vivió.
En una noche, los trece años de espera se convirtieron en el más puro, sincero y verdadero amor, donde ambos se quedaron en silencio con la libertad, el respeto, el amor y las lágrimas de alegría por finalmente ahora quedarse cerca.
Ella sabía que realmente amaba a ese hombre que, mismo después de todos estos años, no le dejaba entender las reacciones que tenía cuando estaba cerca de él, todavía quedabase excitada y no se dejaba llevar. Tal vez por inseguridad, pensando que él podría rechazarla, o por su corta edad, pero ahora, que era mujer, sabía que podía. Tenía la lujuria de Rania, el poder de los treinta años de Julia, la coquetería de Violetta, pero el frágil corazón de Cio-Cio-San.
Tenía que ser ahora, una vez más no iba a perder la oportunidad de robarle un beso. No fue necesario. Las bocas se quedaron en silencio y el beso que otra vez le pidió se cumplió. En ese rato, la magia de digresión de quince segundos antes del beso hizo que el hechizo se rompiera y la comunicación, la habilidad principal de los dos, si convertió de verbal a la realización de la sensibilidad.
Las palabras ya no hacían diferencia, porque finalmente sus bocas y sus cuerpos se encontraron, y la emoción del corazón levantó sus espíritus en oración y acción de gracias. Trece años de espera, amor de lejos, en silencio. Trece años en amantes amargados sin amor, vidas mal resueltas. Ella apenas vivió.
En una noche, los trece años de espera se convirtieron en el más puro, sincero y verdadero amor, donde ambos se quedaron en silencio con la libertad, el respeto, el amor y las lágrimas de alegría por finalmente ahora quedarse cerca.
Assinar:
Postagens (Atom)